EL
LABERINTO LENÁRICO, DE LOS LAPIACES,
RELLARS, SPITZKARREN, ACEONICI, LLINARS, O
LEZNARES. |
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Retornar
al meollo de la cuestión carsificadora obliga
a entrar una vez más hasta el fondo practicable de
unas cuestiones todavía superficialmente tratadas
por los especialistas en las morfologías de estas
singulares manifestaciones de los parajes calcáreos.
Una practicabilidad siempre relativa para quienes,
desde la superficie del fenómeno, concluye en la
descriptiva formal del puntiagudo elemento rocoso y
acanalados escurrideros pluviales. Pasando lo propio
con el sentido esloveno de Karst, en realidad
correspondiente con el catalán quer y el
castellano carso, lo cársico. La
'carbonera' o carbonatera. El roquedal carbonático.
Es decir, si así se quiere, el sitio del lápiz (carbon-ero),
del lapiaz. Complicándose el sentido
denominador cuando ocurre aquello del sabio que al
señalar el cielo se da cuenta que el vulgo solamente
acierta a ver en ello su alzado dedo. La punta de la
afilada mina de grafito, carbono cristalizado, lápiz
o carboncilla y nada de todo lo demás.
Para el geólogo, fundamentalmente
materiales detríticos cementados durante avanzadas
fases del Burdigaliense, con progresivo
endurecimiento de los carbonatos. Debiéndose al
ulterior modelado de las estructuras derivadas de la
orogenia, tectomecánica y mecanismos erosivos el
singular aspecto paisajístico que hoy representa la
carcavonera. Luego llega el arte de escindir
para analizar y saber un poco más o mejor de qué se
trata el fenómeno, cuando menos en algunas de sus
partes esenciales. Así Bogli (1960) plantea aquello
del Lapiaz estructural o kluftkarren ('diaclásico'
para Corbel,1965), el Lapiaz cavernoso o
kavernosen karren y el Lapiaz tabular (de mesa o
meseta) o karrentische. A la que luego
se añadió lo del Lapiaz distensional o
subestructural (B. López, et Alli, 1985),
particularizando además los implicados aspectos del
ingente proceso crioclástico tendente a desmenuzar
el calcáreo de las huecosidades del relieve.
No se pretende en esta sucinta
exposición abordar el casi inabarcable tema implicado en la
carsificación, ni siquiera entrar en las
disquisiciones científicas planteadas por los
citados autores de más arriba sino incidir en el mal
conocido léxico habitualmente utilizado sobre todo
por los espeleólogos, sin otro propósito que repetir
casi como loro papagayo lo que se lee en algunas
ediciones académicas. Términos en el fondo tan
simples como los que explican su significado
etimológico, siempre y cuando estén suficientemente
bien acreditados. Pero conviene la prudencia
limitadora que concierne al inequívoco 'lenar' del
castellano, del latino lapiaz, el rellar
o llinar del catalán, el spitzkarren (lenar
de agujas; Bogli, Ob. Cit.) del alemán, el
temprano aceō de origen indoeuropeo y el 'leznar'
hispánico del titular planteado en la cabecera
de esta página. |
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Exceptuando el rellar
("roques
plenes de puntes y grenys...",
según el diccionario del IEC)
normalmente entendido entramado de hendidas rayas
del roquedo, el resto de palabras consideradas
parten del mismo étimo constatado en las árticas
latitudes rusas con el nombre del río Lena. Otro
tanto ocurre en el hidrónomo Lena asturiano, cuya
ribera lo conserva en numerosos topónimos de sus
pueblos y lugares. Con la misma significancia en
Irlanda. Su moderna adaptación fonética parte de un
'llena' derivado acaso del bable tsena, en
otros sitios transliteralizado chena; por lo
general referido a la reguera de un caudal o cauce
hídrico. "El segaratsor de Tsena" en
Asturias, algo así como decir "el xeragallot de
Lena". Un chinar / llinar, lenar que en
origen se corresponde en latín con aceō,
mediando el radical indoeuropeo ak- en época
romana transcrito acc-etna y de donde
achesna / allesna (año 1300), accesna y
alesna (como en el alena / lesna de
Mallorca), poniendo también en el 'lezna' y
fonético arabizado andalusí alezna. En el latino
acutia: extrema punzante agudeza.
Del catalán llapis, o
llepis del valenciano vernáculo, cabe rastrearse
un llaeuis < llevis no lejano a llapassa /
lapaces (sic) con sentido de rallas y de madera
rallada. Mientras el Rafal Llinàs, predio del
municipio de Ses Salines, no parece
asimilable al Llinàs de Pollença en cuanto
efectivos lapiaces / lenares sino evidente antiguo
Rafalinars, pequeños Rafals (cabañales
ganaderos) del
paraje. Resultando mejor elemento comparativo el
propio del Puig de Santa Magdalena de Inca.
El pico de san-da-matta-lena, el propio
donde está la cruz del Minyió, el culminante canto pétreo
sobre relíquia ciclópea de época pretalaiótica que marcaba en la planura pastoril el alto punto
recepcional y direccional de la lezna de
trashumantes, indicadora de los caminos ganaderos
hacia las primitivas pasterizas de alzada, sita en
las extremidades serranas de la tramontana insular.
J. A. Encinas S.
Pollença, 2.09.2020 |
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